El Kiosco de Arivechi

Kiosco morisco, réplica en proporción, al su pueblo natal

Por Enrique Yescas E.

IN MEMORIAM.- De la revista SonoraEs… # 125, correspondiente al mes de agosto de 2014 reproduzco este artículo en memoria del Dr. Samuel Ocaña García.

Mucho se ha escrito sobre la arquitectura colonial de templos de Sonora. Se ha hablado sobre las misiones y sobre los fundadores de los pueblos establecidos en la sierra a lo largo de los ríos, pero muy poco hay de la historia contemporánea como ésta que encontramos interesante y creemos vale la pena documentar: la construcción del actual kiosco del pueblo de Arivechi. 

Arivechi está a 20 km al sur de Sahuaripa, en la ribera izquierda del río del mismo nombre que corre de sur a norte y es afluente directo del Yaqui. Es un pueblo de misión que tiene su propia historia como asentamiento colonial y más allá, hasta los orígenes de la opatería; pero en esta ocasión vamos a hablar de su kiosco.

El doctor Samuel Ocaña, nativo de Arivechi, fue gobernador de Sonora (1979-1985),  antes había sido Presidente Municipal de Navojoa y presidente del PRI estatal. Su carrera de Medicina cristalizó como director del Hospital de Neumología en Navojoa. Antes, en la Cd. de México mientras estudiaba su carrera en la UNAM también había vivido intensamente y desempeñó algunos cargos como el de ser el asistente privado de las confianzas de Don Adolfo de la Huerta. 

Dr. Samuel Ocaña. (cortresía de Franco Becerra)

El Doctor Samuel Ocaña me prometíó escribir este texto pero entre las promesas postergadas, decidí escucharlo y tomar nota, aprovechando un encuentro casi familiar. El Doctor me platica entonces calmado y muy preciso, como si estuviera dictando, que vivió dos años en la colonia Santa María la Ribera en la Ciudad de México: “Era una colonia porfiriana, la más hermosa de sus tiempos. Allá, como todos saben, hay un kiosco de estilo morisco de grandes dimensiones y belleza impresionante. Que por cierto, también tiene su historia muy particular.”

Dice Samuel Ocaña: “A mediados del Siglo XX, entre los años 50s y 60s, acostumbraban las bandas militares de la Secretaría de la Marina y la Defensa tocar armoniosas serenatas que hacían las delicias no sólo de quienes frecuentaban la plaza los domingos para divertirse, sino de toda la colonia gracias a los amplificadores que solazaban al pueblo con la música de las grandes orquestas…

“Las damitas transitaban en un sentido y los jóvenes caballeros en otro, dándole vuelta a la plaza. En ese tiempo se usaba entregar una flor a las mujeres cuando venían en sentido contrario y así lograbas enganchar su interés.”

Entre fumada y fumada, el Dr. Samuel Ocaña recordaba cómo era aquella plaza en Santa María la Ribera en México y su grandioso pabellón; platicaba pausado, con los ojos cerrados, como si estuviera volviendo a vivir esos momentos para explicar los antecedentes de lo que aquí vamos a narrar.

Nos ubicaremos en 1980, cuando el entonces Gobernador del Estado decidió arrancarle un pedazo de su belleza a ese monumento clásico de corte morisco que admiró en su juventud, y colocarlo, en tamaños y proporciones, en su pueblo natal Arivechi, Sonora. 

Dicen que el Ejecutivo acudió al INAH en México, con el objetivo de que le orientaran o recomendaran a alguien que pudiera diseñar y construir el kiosco de menores dimensiones pero manteniendo las características tan originales de aquel de la Capital, con una base y estructura de piezas de fierro vaciado.

En el INAH le recomendaron a un ingeniero fabricante de kioscos residente de Tulancingo, Hidalgo, un ingeniero de apellido Gutiérrez. Al escuchar la proposición del Gobernador de Sonora sobre la construcción del kiosco, el ingeniero se negó rotundamente a hacer el trabajo, al declararse incompetente, sus kioscos eran de otro tipo.

Ocaña lo convenció de que hiciera el proyecto, y el ingeniero contrató a siete técnicos para achicar, recortar, y ejemplificar el diseño de aquel gran kiosco para adaptarlo a las dimensiones de la plaza de Arivechi.

A los cuatro meses le presentaron el proyecto al doctor Ocaña y en la primera entrevista se planearon algunas modificaciones para que conservara el espíritu, imagen, presencia y belleza de aquel kiosco de Santa María la Ribera.

Tres meses después Ocaña y sus asesores aceptaron el proyecto y el Sr. Gutiérrez trabajó por cinco años. Con 15 trabajadores, incluidos los técnicos y el ingeniero. Estuvieron replicando las miles de piezas de fierro, midiendo, moldeando y vaciando, asegurándose que embonaran unas con otras como un rompecabezas. 

Entre el error y el acierto, pasaron cinco años hasta que pudieron completar el kiosco. Seis meses antes que terminara el periodo de gobierno de Ocaña, se pusieron los materiales y componentes en Arivechi y 10 personas trabajaron para instalar el kiosco. No terminaron en esos seis meses y tuvieron que trabajar tres meses más para terminarlo, armarlo, pintarlo y dejarlo como el original kiosco de Santa María la Ribera.

El kiosco no tiene placa conmemorativa, el doctor Ocaña no tuvo interés en dejar su firma y, a pesar de ser su promotor, su inauguración no correspondió a su periodo de gobierno. En la parte superior luce una cúpula de vitral con alegorías relativas a paisajes locales y de historia de Sonora

El Dr. Samuel Ocaña fue después Presidente Municipal de Arivechi, donde hizo otras obras que hasta la fecha lucen en las calles y centro de este poblado.

Santa María la Ribera es una colonia tradicionalista y de gran valor arquitectónico e histórico en la Ciudad de México, ubicada en la Delegación Cuauhtémoc. El kiosco morisco de esa colonia fue construido por el ingeniero José Ramón Ibarrola para el pabellón que México presentó en la Exposición Internacional de Nueva Orleans, de diciembre de 1884 a mayo de 1885, y luego en la Feria Internacional de San Luis, Missouri. El kiosco es totalmente de hierro y sus partes fueron fundidas en Pittsburgh. (www.mexicocity.gob.mx)

Leave a Reply