Álamos

Pueblo Mágico de Sonora. Joya colonial que conserva su originalidad en el pueblo y su biodiversidad en sus alrededores.

Mucho se ha publicado sobre este colonial poblado que una vez fuera la capital de Sonora y un emporio minero rico en oro y plata en el Noroeste de las provincias de la Nueva España.

Hoy, conservando su básica fisonomía de ciudad colonial, se ha convertido en una joya arquitectónica y por ello en un destino turístico que en Sonora orgullosamente podemos decir, no tiene comparación.

Tal vez muchos no creerían que un pueblo como éste, está en el estado que todos imaginan desértico y estéril, un recinto histórico que encierra más, mucho más, de lo que a primera vista se aprecia en este recorrido que en texto resumido podemos incluir en esta página.

Al llegar a Álamos es el adoquin que en un tiempo fuera empedrado, el que nos detiene para respirar esa apacible belleza del lugar. Banquetas altas, paredes de adobe y piedra, gente sentada en el dintel de su portal, vida de pueblo alegre se siente en cada esquina donde se reúnen vecinos como pareciendo recibir el desfile de visitantes que llegamos al lugar, principalmente los fines de semana.

Tras las rejas de una ventana se aprecian los grandes patios, hay hermosas huertas que a través de los zaguanes lucen su verdor y sus frutales; está uno en otro mundo, no parece Sonora. La vida moderna está escondida, la quieta cara de este pueblo permanece igual desde hace siglos. (2) Es la calle de la Aurora que directamente nos lleva hasta ese inigualable lugar rodeado de portales, el kiosko al centro, espigadas palmeras centenarias y al frente la majestuosidad de su templo que impone con su monumental arquitectura: (3) La plaza de armas de Alamos, desde donde podemos caminar en todas direcciones. Es la recomendación, dejar el automóvil y andar, recorrer a pie para sentir el pueblo.

Hacer una visita al templo es más que obligatorio, adentro, el aroma a flores, cera ardiente, la madera y la frescura que proporcionan sus gruesos muros, nos impregnan de esa mística que le dió origen y lo sostiene en pié. Los pasos y su eco se sienten y el rechinar de los reclinatorios nos recuerda el transcurrir de los años, al fondo con filos de hoja de oro, el altar principal y su patrona, la virgen de la Purísima Concepción que se eleva como torre y trono para rematar en el techo embovedado y arcadas propias de su arquitectura colonial del período neoclásico.

La historia de cada lugar, de las calles y de las casas y edificios está escrita en innumerables publicaciones y en muchos idiomas, pero además de ello está la tradición y el estilo de cada guía o vecino que platica viejas leyendas cual si fueran cuentos de hadas. Como aquella que cuenta que desde la puerta del templo hasta una de las grandes mansiones frente a la plaza, hoy Hotel Los Portales, fueron tendidas barras de plata para formar pasarela en honor de la hija que don José María Almada entregara en matrimonio en el siglo pasado. Carruajes como los que exhibe el museo Costumbrista frente a la plaza, desfilaban por las angostas calles por las que ahora haremos un breve recorrido.

Las grandes casonas de la calle Juárez desde el Callejón del Beso por donde podemos llegar al mercado, se estampan dibujando arcadas por el lado poniente de la plaza. Vemos al Hotel Enríquez, Hotel Los Portales, casas particulares de familias navojoenses con arraigo en este lugar, hasta detenernos rumbo al sur, en el Palacio Municipal con su arquitectura de fachada rústica de rojo ladrillo aparente contrasta con lo blanco del entorno como recordando el deber cívico y el respeto a las instituciones. En su interior, este edificio, terminado en 1899, presenta amplios corredores y dos plantas con balcones y portales que rodean un patio central y en donde, convirtiéndolo en magno escenario, se celebran los grandes eventos cívicos y culturales.

A un costado del Palacio encontramos un callejón (4) que nos lleva a la Loma de Guadalupe, lugar en donde se encuentra la Cárcel Municipal que tiene más de doscientos años y, desde aquí, podemos disfrutar de la agradable vista de una parte de la ciudad.

Mas allá, subiendo por la misma calle Juárez, hasta donde termina su trazo recto, desviándose hacia abajo, (5) directo al oriente por las calles Molina y 2 de abril, nos dirige hacia el barrio de El Perico por donde llegaremos a un restaurado hospital del siglo pasado convertido en el hotel La Posada. Por la Juárez, más al sur, encontramos una bifurcación: una rúa llamada Mina (6) nos lleva al Barrio La Colorada, con grandes fincas convertidas hoy en casas de retiro. Sus mansiones, como elemento central en grandes patios, huertos y jardines, están rodeadas de detalles que muestran los vestigios restaurados y conservados del grandioso emporio minero de siglos pasados.  Desde la calle Mina también surge otra calle que después de voltear a la izquierda (7) siguiendo hacia el sur, nos llevará hasta El Fuerte, Sinaloa por el que fuera un “camino real”. Saliendo del pueblo, encontramos un entronque (8) de la calle para subir al Cerro del Perico, lugar donde existe un mirador y desde donde se puede ver todo Alamos.

En el Km 12, llegamos a un paseo hermoso donde el camino cruza el arroyo El Cuchujaqui ( Cuchu=arroyo / Jaqui=Pescado)  afluente del río Fuerte que entre las piedras forma cañones, acantilados, cajones y pequeñas caídas a través de la sierra. Es costumbre veraniega hacer día de campo a las orillas del arroyo, bañarse en sus aguas cristalinas y pasear río abajo, admirando el paisaje en donde en ocasiones se pierde el cielo entre lo angosto y escarpado del cañón con pronunciados acantilados hechos por el agua al paso del tiempo.

Volviendo al lugar, casi a las afueras del palacio, (9) donde entronca la calle Obregón con la Juárez, nos encontramos frente a dos hospederías: Una, llamada Casa Encantada, vecina al palacio y otra, en la esquina sureste llamada La Mansión de la Condesa Magdalena; tal vez leyendo el libro Alamos de Sonora de don Manuel S. Corbalá, encontremos explicación al por qué de esos nombres.

Del mismo palacio, bajando por la calle Obregón, pasaremos por grandes mansiones como la casa del Barón, hasta llegar al mundialmente conocido hotel La Casa de los Tesoros. En este lugar, los visitantes pueden pasar una agradable velada acompañados por el cuarteto romántico que ameniza con música mexicana, composiciones de autores sonorenses y las clásicas melodías que siempre gustan a los norteamericanos que en su mayoría admiran, ocupan y restauran las viejas mansiones de Alamos.

Siguiendo nuestro recorrido, bajando por la calle Obregón hasta el entronque con la calle Comercio y haciendo una pequeña parada y mirando al poniente desde el interior del automóvil, alcanzamos a ver las ruinas de lo que fuera el antiguo edificio donde estaban los poderes de Gobierno. Continuando inmediatamente a la derecha hasta la convergencia de los arroyos de Agua Escondida y de la Aduana encontraremos tres rutas: La primera de la izquierda es la subida al populoso Barrio de La Campana, acceso al motel y trailer park Acosta Ranch; continuando por el camino del centro por toda la calle Delicias, llegaremos al cementerio municipal donde las tumbas, capillas y monumentos muestran una marcada arquitectura del señorío de la época colonial. Por esta misma dirección se encuentra la Casa de Las Delicias que anteriormente perteneció a Los Güereña y posteriormente a la familia Franklin de origen norteamericano que la adquirió y restauró para habilitarla. En su interior se conservan antigüedades de lo que fuera una gran mansión y sobre ésta se han escrito muchas leyendas tal como lo hiciera la Sra. Ida Luisa Franklin quien escribió “Los Fantasmas de Alamos”.

Volvemos al centro del pueblo, tomamos las calles Rosales y Morelos que nos llevarán hasta el Mercado Municipal a través de angostas calles y callejones donde cada construcción tiene su historia y sus leyendas. El mercado es el centro de abasto donde los productos del campo regionales y típicos están presentes en espera del turista o visitante; cajeta, ate, conserva de frutas en diferentes presentaciones y estilos caseros se expenden siempre en los puestos junto a las verduras y frutas frescas, quesos, panelas, requesón, miel de abeja, uvalamas, papachis, pitahayas, yoyomos, guamúchiles, chiltepines y otros productos que proceden de los ranchos de la región, llegan al mercado donde también se encuentran artículos de talabartería, tejidos, aperos para los vaqueros y canastos y sombreros que entre pobladores de la sierra se intercambian.

Es en esta parte del pueblo donde encontramos los establecimientos de comercio y servicios como la central de autobuses de Baldomero Corral TBC donde está la conexión entre los pueblos de la sierra y las ciudades de los valles de Sonora. También está la botica, tienda de abarrotes, licorerías, gasolinería, barbería, y tiendas de artículos varios; todo frente al parque llamado La Alameda, con cancha, refresquerías, música de rockola y bancas bajo grandes árboles y donde se reúne el pueblo en plan de negocios durante la semana o de paseo los domingos. La alameda es parada casi obligatoria de los visitantes dominicales procedentes de Navojoa y Cd. Obregón y es desde ahí (10) desde donde podemos tomar el camino que conduce al barrio de La Capilla, a los pueblos del norte a San Bernardo o hasta Chinipas Chihuahua, saliendo por un costado del aeropuerto.

A cada paso que damos, en Alamos podemos encontrarnos con una historia, una tradición o cuentos y leyendas llenas de monedas de oro, de asaltos a caravanas y de aventuras de los tiempos de gloria política y económica de este rincón colonial del hoy moderno Sonora .Ingles…

Much has been written about this colonial township, which was once 

the capital of Sonora and a rich gold and silver mining emporium, 

located in the northwestern part of the provinces of New Spain. Today, while still preserving its basic structure of colonial city, it has become an architectural jewel and, as such, a tourist destination which Sonorans can proudly say is one of a kind.

Many people would probably not believe that such a town, surrounded by abundant vegetation, could exist in a state which is considered mainly desertic. There is much more to this historic place than what can be written and included in the text on these pages , one has to visit to truly appreciate it.

In order to get to Alamos, one must travel to Navojoa, a city situated on the left bank of the Mayo River, precisely where the mountains join the fertile valley. Up river, the El Mocúzarit Dam stores and administers the vital liquid which irrigates the large extensions of land in this fertile valley.

Heading due west from Navojoa, on Highway 162 which runs parallel to the river, we leave the plain and slowly climb the Western Sierra Madre. This gradual ascent takes us to another climate, another vegetation, another scenery. Old means of transportation such as burros, mules and carts can be seen traveling along this highway along with the most modern vehicles. Raising livestock is the livelihood of the peasant in this region.

After crossing old mining camps, pueblos and ranches, a church tower tells us of our coming arrival to this beautiful colonial gem, embedded in the sierras and surrounded by streams.

(1) The modern pavement turns into paving stones, telling us we have arrived. High sidewalks, adobe and stone walls, people sitting at their portal thresholds, blissful town life is observed on every corner, where the townfolk gather as if welcoming the parade of visitors who arrive, especially on the weekends.

Behind the bars of a window, large patios can be glimpsed; there are beautiful orchards displaying their foliage and fruit through ornate gateways; one feels as if in another place. The modern world is hidden; the peaceful aspect of this town has remained during centuries. (2) Aurora street takes us directly to the unique part of town surrounded by portals, with the kiosk in the center, old towering palm trees and in front, the majestic façade of the old temple, imposing in all its monumental architecture: (3) this is Alamos’ Plaza de Armas  from where one can walk in all directions. And that is precisely what we recommend – to get out of your car, and stroll around on foot to get the feel of the town.

A visit to the temple is a must. Inside, the aroma of flowers, hot melted wax, polished wood, and the fresh, moist scent given off by the thick walls, fill us with that same mysticism which gave origin and substance to this impressive edification. The echo of footsteps and the creaking of the wood pews remind us of the passage of time. At the front, trimmed in gold leaf and surrounding the patron, the Virgin of the Immaculate Conception, is the altar, rising like a tower up to the domed roof with its arches, typical of the colonial architecture of the neoclassical period.

The history of each place, of the streets and of the houses and buildings is written in numerous publications and many different languages. Furthermore, each guide and resident has their own traditional style of telling their stories, as if they were fairy tales.

Like the tale of the bars of silver which were placed on the ground to form a path from the temple steps to the Hotel Los Portales for don José María Almada’s daughter to walk upon when he gave her away in matrimony in the past century. Carriages, such as those exhibited in the Museum facing the plaza, paraded through the narrow streets which we now tour. 

The huge houses on Juárez street, starting from the Alley of the Kiss, through which one can get to the market, form a common front of arches on the east side of the plaza. There is the Enríquez Hotel, Los Portales Hotel, houses privately owned by families from Navojoa who settled here, until we come upon the Municipal Palace with its red brick architecture in startling contrast with the white buildings around it, reminding us of our civic duties and respect for government institutions. This building, which was finished in 1899, has wide corridors on two levels in its interior with balconies and portals surrounding a central patio where most of the great civic and cultural events are celebrated in this outstanding scenario.

Next to the Palace we find an alley (4) that leads us to Guadalupe Hill where we find the Municipal Jail which dates back more than two hundred years, and, from here, we can enjoy a pleasing view of a part of the town.

Back on Juárez street, we come to a bend in the road where we can take a side trip and head directly east. (5) Both Molina and 2 de Abril roads lead us to El Perico Barrio where we come to what was a hospital during the past century and has now been restored and converted into La Posada Hotel. Getting back on Juárez street, further south, we find a fork in the road: one street called Mina (6) takes us to La Colorada Barrio, where large farms have now been converted into vacation homes. Their mansions, in the midst of large patios, gardens and orchards are surrounded by restored and preserved ruins of the great mining emporium of past centuries. To the west, we find another street, which, after turning left (7) heading south, takes us to El Fuerte, Sinaloa, on what was the “royal road”. Leaving town, we find a road heading off to the left (8) which takes us up Perico Hill to a rest area where one can see all of Alamos.

At Km. 12, we come to a beautiful scenic route where the road crosses El Cuchujaqui Creek (Cuchu=Creek /Jaqui=Fish) a tributary of the El Fuerte River which forms canyons, cliffs, ravines and small waterfalls through the rocks which traverse the mountain range. It is a summer custom to picnic on the banks of the creek, to take a dip in the clear water and to wander downriver, admiring the scenery where the sky is sometimes lost in the narrow confines and steep sides of the canyon cut away through time.

Returning to the town, almost in front of the palace, (9) where Obregón Street hits Juárez Street, we find ourselves outside of two inns: One, called Casa Encantada, next to the Municipal Palace, and the other, called La Mansion de la Condesa Magdalena, on the southeast corner; perhaps through reading the book “Alamos de Sonora” written by don Manuel S. Corbalá, we can find a reason for these names.

Heading out from the Municipal Palace down Obregón Street we pass in front of large mansions such as the Casa del Barón, till we come upon the world known hotel, La Casa de los Tesoros. In this place, visitors can spend an enjoyable evening, serenaded by a romantic quartet playing Mexican music, songs composed by Sonoran authors and the classic melodies enjoyed by Americans who, on the most part, are the ones who admire, restore and dwell in the old mansions of Alamos.

Following our tour, we proceed down Obregón Street till we come to Comercio Street where we make a short stop and looking due west can see the ruins of what was the old building where the old government powers were once located. Continuing towards the right until we come upon the place where the Agua Escondida and Aduana Creeks converge, we find three routes: The first one to the right is the ascent to the La Campana Barrio, access to the Acosta Ranch Motel and Trailer Park; following the middle route down Delicia road we come to the Municipal Cemetery, where the tombs, chapels and monuments are mostly of colonial architecture. In this same direction, we come to the Acosta Ranch and to the Casa de Las Delicias, owned by the Guereña family and later purchased by the Franklins, northamerican who restored it and made it their home. There is a tour of the house where one can see antiques of what was a great mansion. Much has been written about this house, including Ida Louisa Franklin’s book “Ghosts of Alamos” which can also be purchased there.

Returning to town, we travel down the narrow Rosales and Morelos Streets, passing mansions with their own histories and legends, till we come upon the Municipal Market. This market is the supply center, where the produce from regional farms await the tourist and visitor: Cajeta (a confection made from goat’s milk), ate (fruit jellies), and fruit conserves in different homemade presentations and styles are always found on stands side by side with vegetables and fresh fruits, cheeses, honey, and other products from the local ranches, along with leather and woven articles, riding gear for the cowboys, baskets and hats which are exchanged among the mountain people.

This is the part of town where we find the commercial establishments and services, such as, Baldomero Corral’s bus station, TBC, which connects the mountain villages with the cities of the Sonora valleys. There is also a pharmacy, grocery store, liquor store, gas station, barber shop and other such stores. All of them face the park called La Alameda, with a court, refreshment stands, juke box music, and benches under large trees, where the townfolk gather for business purposes during the week or for pleasure strolls on Sundays. La Alameda is a must for Sunday visitors from Navojoa and Cd. Obregón, and it is from here (10) that we can take the road that leads to La Capilla Barrio, past the airport, to the towns towards the north up to San Bernardo.

With each step through Alamos, we encounter a different history, tradition or legends and fables full of stories of gold coins, caravan holdups and adventures during the times of political and economic glory in this colonial corner of modern Sonora.

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