Esta sí es Isla del Cielo

Viaje científico al Rincón de Guadalupe 

Ser anfitriones de un viaje de exploración científica es emocionante, pero es asunto de talla internacional cuando los visitantes como estos, son extranjeros y todos con sus credenciales brillantes de investigación, docencia y larga trayectoria al lado de la ciencia. Ahora todos amigos.


Documentar esta historia de ciencia, naturaleza y aventura tiene la intención de compartir algunas bellezas de Sonora, sus atributos naturales y la gran oportunidad que tenemos de establecer programas de conservación, tanto de los espacios creados por el hombre con su historia y sus valores, como de los espacios naturales que aún se encuentran en buen estado gracias a la fronteras  que hasta hoy a establecido la Madre Naturaleza.
El Rincón de Guadalupe es sólo uno de tantos casos posibles.

La crónica de un viaje a la sierra de Bacadéhuachi

Habíamos llegado al Rincón de Guadalupe en el corazón de la Sierra de Bacadéhuachi después de casi cinco horas de manejar en la subida de tan sólo 14 kilómetros. Los 15 automóviles eran de doble tracción pero unos eran más largos que otros y había también los menos altos. Para muchos era la primera vez en un “doble” en la sierra y en medio de una copiosa lluvia que hacía correr los arroyos y rodar piedras hasta el medio del camino de apenas dos huellas tan erosionadas que inclinaban los carros hasta arrastrar los estribos. Ahora las distintas marcas de automóviles tienen diferencias en equipamientos y en formas de aplicar las “dobles”, pero afortunados que somos, entre los participantes del grupo iban los expertos en “overland”, ese concepto que es viajar con autonomía sin más límitante que el no dañar la naturaleza. 

Cinco días con sus noches es el plan del grupo para el campamento en El Rincón de Guadalupe, un recinto místico y sacro que tiene su historia a partir de la persecución religiosa cuando don Juan Navarrete y Guerrero se refugió en la sierra de Bacadéhuachi para seguir instruyendo a sus seminaristas y construyó allá en la cima norte el campamento que llamó Los Ciriales. Luego este lugar fue quemado por el ejército en ausencia de Navarrete y posteriormente, cuando ya la persecución había terminado, Navarrete y un grupo de seminaristas vuelven a la sierra y se instalan en un lugar escogido por el padre Jesús Noriega. Los seminaristas y el Señor Obispo armaron una expedición con herramientas y material de construcción y enseres para vivir y trabajar, y edificaron durante algunos veranos de vacación lo que hoy es El Rincón de Guadalupe (1945). Este está al pie de un cerro que le dota de un interminable arroyo de agua cristalina que brota de un manantial en la peña.

FOTOS: Al obscurecer, antes de apagar la planta portátil de energía, las reuniones de trabajo e intercambio de experiencias fueron muy ilustrativas. Chris Marzoni y John Plating admiran y toman fotos de insectos raros en la trampa de luz. Juan Crisóstomo Fimbres se sentía seminarista del 45, urgó en la biblioteca vieja un libro para leer y dormir. De tenis blancos y pulcro atuendo, Juan era el que más parecía extranjero. Al caer la tarde la magia del lugar y lo grande de la sierra se hacían sentir intensamente. Tiendas de campaña en la colina, junto a las casas del Rincón, donde antes hubo huertas de manzana y durazno. 45 viajeros, una piedra cada uno podríamos haber hecho un puente.

El Rincón es ahora un conjunto de naves de adobe construidas sobre terrazas a la ladera de un gran cerro lleno de pinos y con instalaciones pobres y envejecidas pero suficientes para dar asilo a hasta 45 personas como los que esta vez conformamos el grupo. 

Este viaje ahora, es parte de un programa de investigación científica soportado por organizaciones mundiales de cuidado del medio ambiente que a su vez aportan recursos a una organización de Arizona,Sky Islands Alliance -SIA- a la que están afiliados y trabajan como voluntarios muchos más expertos en plantas y animales diversos que esta vez formaron el grupo. Participaron estudiantes y académicos de universidades como Uni-Son, Uni-Sierra, y de instituciones como CEDES, CONAMP y Conserventures. Editorial Imágenes de Sonora ha tenido la oportunidad de convivir con este grupo, como invitado, en otras expediciones. En esta, fuimos el contacto con quienes se encargan de cuidar el lugar, de guiar una exploración previa a los directivos de SIA y de conducir a este grupo hasta arriba, acomodarlos con todo y vehículo y hacer arreglos para una feliz y segura estancia y recorridos de exploración por veredas de la sierra. 

En las dos ocasiones, fuimos Enrique Yescas -quien escribe- y mi compadre Juan Crisóstomo Fimbres Moreno -Chótomo-.  El primer viaje había sido en el mes de junio antes de las lluvias, en la mera seca y cuando aún había rescoldos de las brasas de los incendios de la sierra que hacían fumarolas en medio de las laderas. Aquello estaba horrible y nadie pensaría que un mes y medio después esto es otro mundo, totalmente diferente. 

Las casi 5 horas que tardamos en ascender  los 14 kilómetros de sierra habían sido una experiencia en la que hubo varios rescates, tres rellenos de piedras en arroyos, una desatascada en un barranco y dos cambios de llanta por ponchadura. Por acomedidos y equipamiento no paramos.  Yo olvidé quitar los estribos de la Hummer antes del viaje y en un recargón los incliné hasta pegar en la llanta trasera, luego con un tronco de por medio, en medio de la lluvia, amarramos la cinta amarilla (slinga) a una arbol y jalamos a motor al lado contrario para ponerlo en su lugar.  

Lluvia, truenos y laderas resbalosas fueron superados hasta llegar al destino.

Las casas del Rincón cuentan con catres suficientes para llenar como con veinte de ellos el tendido en cada uno de los dos pabellones. Cada pabellón tiene su baño con dos regaderas, sanitarios que van a una letrina y lavamanos. Hay instalaciones para agua caliente pero se requiere llevar gas. Nosotros llevamos tanques para la cocina industrial y para el boilercito que funciona muy bien porque el agua del manantial sale muy fría todo el año. Todo es humilde y ha sido completado por los acomedidos voluntarios que ayudan a que esto se mantenga funcional. Hay que hacer limpieza al llegar y al salir porque la soledad y el abandono envejecen más que el uso. Hay roedores e insectos que gustan de lo habitable para anidar y el lugar es propio también para ellos. 

No hubo reglas ni prédicas para el orden y el comportamiento, cada quien sabía lo que tenía que hacer. Algunos de los visitantes prefirieron instalar sus propias tiendas de campaña y las terrazas y espacios planos parecieron un muestrario de carpas de envidiable factura y diseño.

Paz, relajamiento, descanso y la primera noche con todo húmedo estuvo cómoda y fresca, casi fría. 

El cansancio de la aventura del viaje no fue obstáculo para que los colectores de insectos, esos científicos meticulosos que atrapan mariposas y palomillas de todo tipo, se instalaran buscando el mejor lugar para su trampa y  su laboratorio nocturno. Asi John Plating experto en insectos y su hijo Theo, pronto estuvieron en todo su papel: con mesa, microscopios, lentes, plantillas y hasta horno secador para su colección de especímenes. No podrían haber encontrado mejor ubicación. En una colina, con una luz fluorescente y ambarina, lucía una pared blanca de tela en donde estuvieron desfilando toda la noche un sin fin de extraordinarios y alados insectos. Todo un arte su colecta, clasificación y cuidado.

A la mañana siguiente, cada quien habría de salir por rumbo diferente a ver, colectar, fotografiar todo eso natural en lo que cada quien es experto. Se dibujó un mapa y se habló de los distintos escenarios del arroyo arriba, arroyo abajo, vereda al oriente y veredas hacia el poniente. Para sur y norte hay que rodear. Todo sería a pie, en grupos que ya han trabajado en equipo. El ansia se veía en las caras. El arribo había sido casi al obscurecer el día anterior y hasta en la mañana pudieron observar el horizonte, perfiles de sierra, plantas y bellezas que rodean las casas del rincón a la orilla de un arroyo que ronroneó toda la noche pero nadie había explorado aún.

Desayuno suculento preparado y servido por Omar Gutiérrez y Roberto Torres , –guardabosques de CONAMP asignados a la reserva Los Ajos Bavispe que colaboraron en este viaje como excelentes cocineros y asistentes– y un lonche de sándwiches dispuesto como buffet para que cada quien se lo arme al gusto para llevar, fueron empacados con premura para salir al campo. Volverían hasta media tarde.

Posicionadores satelitales GPS, radios de frecuencia privada, sensores de movimiento, cámaras infrarrojas, manuales digitales y libros con catálogos de animales, además de agua, comida, botiquines y herramientas de sobrevivencia habían sido dispuestos con cuidado dentro de las mochilas usadas y desgastadas. Cada quien se puso su atuendo, para el monte. 

Mucha sorpresas habrían de tener estos expedicionarios que llegaron hasta arriba a descubrir la biodiversidad de esta isla del cielo, como le llaman ellos a una sierra aislada, pero que aquí, en El Rincón de Guadalupe, frente al cuadro del señor obispo Don Juan Navarrete y con capilla dedicada a la Virgen, donde se respira vida y se siente a Dios en cada maravilla, Sí podemos afirmar, como lo hemos hecho aquí desde antes, que esta sí es una Isla del Cielo .

Luego llegó el reporte científico de esta expedición además de las ‘altas» en la base de datos MABA que ellos en lo particular documentaron.


contnuará.

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